BUSCAMOS ENCONTRAR LA CAUSA DE NUESTRO PROBLEMA, DE NUESTRO DOLOR, NO PARA ASIGNAR CULPAS, SINO PARA PODER COMPRENDER
¿Te has fijado que el mismo tipo de situación dolorosa ocurre una y otra vez en tu vida?
Las personas pueden ser otras, las circunstancias ligeramente diferentes y el escenario nuevo, pero la dinámica de lo que está sucediendo continúa siendo exactamente la misma.
Una vez más descubres que te han abandonado, maltratado o dejado, y el dolor no disminuye por el simple hecho de que el patrón se haya vuelto familiar.
Utilizamos nuestras penas para cerrar los ojos y dejar de hacer uso de nuestros oídos.
Vemos lo que queremos ver y oímos lo que queremos oír. Lo que vemos y oímos puede tener o no tener que ver en absoluto con la realidad. Cuando nos sentimos agraviados, nos tomamos todo lo que vemos u oímos como un ataque personal a nuestro pequeño reino o reinado. Cuando nuestras mentes se aferran a nuestros agravios, nos tomamos todo de un modo personal, tanto si se trata de una mala mirada o de un comentario descortés. Cualquier desaire minúsculo se convierte en más munición para nuestro arsenal de agravios.
Las personas espiritualmente maduras han aprendido a no tomarse nada de un modo personal. Forman parte de lo que se llama: Escuela de Maestría del “Ah, Eso”.
Hay muchas historias del “Ah, Eso” que se originan en la antigua sabiduría oriental.
He aquí una de ellas...
“Una muchacha joven y sus furiosos padres llegan hasta las puertas de un monasterio exigiendo ver a cierto monje joven.
Cuando se presenta el monje, los padres empujan hacia adelante a su hija evidentemente embarazada y dicen que ella ha confesado que él es el padre del niño.
El monje simplemente responde: “Ah, eso”.
El padre, más indignado aún, dice que cuando nazca el bebé se lo quitará a su hija y se lo dará al monje, el cual será responsable de la educación del niño en el monasterio.
El monje responde: “Ah, eso”.
La familia se marcha y el monje vuelve a sus tareas sin decir una palabra.
Varios meses más tarde, el padre regresa y coloca al bebé recién nacido en los brazos del monje. El joven monje cuida cariñosamente del recién nacido en su diminuta celda.
Transcurrido un tiempo, los padres, su hija y un muchacho llegan a las puertas del monasterio.
Esta vez el padre dice que su hija se sentía angustiada sin su hijo, que había ido a verle y había confesado que no era el monje el padre del niño, sino este muchacho, que había sido su amante. Ella había inventado la historia del monje por temor a la ira de su padre contra el chico. Dicen estar enamorados y que no pueden soportar vivir sin su bebé. ¿Sería el monje tan amable de perdonarles y devolverles al niño? A lo cuál el responde:"Ah. eso", al tiempo que les entrega el bebé.
Mantenerte centrado sin importar lo que esté sucediendo a tu alrededor, no tomarte de una forma personal lo que otra persona dice o hace, es la auténtica libertad emocional.
La próxima vez que estés a punto de tomarte el comentario o el desagravio de alguien de una forma personal, di simplemente: "Ah, eso", y continúa con tu vida.
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